Los canteros somos un gremio de reducido tamaño que se afana cada día por desarrollar su trabajo con ilusión, profesionalidad, dignidad y constancia.
Ya en los albores de la Humanidad se trabajaron las piedras, usándolas incluso como herramientas para desgastar a otras hermanas menos duras.
Y desde entonces no ha habido descanso para generaciones y generaciones de artífices que se enfrentaban cada día con la dura piedra para obtener de ella todo tipo de piezas útiles.
Muchas Civilizaciones a lo ancho de todo el mundo dieron cabida para el desarrollo del arte de la cantería, y ya hace miles de años que se alcanzaron cotas realmente asombrosas.
Así, tenemos multitud de ejemplos de que en época antigua, en Asia, Sudamérica, la Antigua Grecia, el Imperio Romano… se trabajó la piedra en sus innumerables variedades con unos resultados dignos de admiración.
Y en Europa en concreto, hace mil años que comenzó una explosión de creatividad y buen hacer de los canteros de aquella época, muchas veces a base de prueba y error.
Según los estudiosos del tema, parece ser que todo comenzó por la recuperación de las técnicas de trabajo con los metales, que llevó a proveer de nuevo de herramientas a este gremio.
Fue sin duda decisiva la situación sociopolítica de aquella época, que sirvió de acicate para impulsar un período dorado, que alcanzó sus máximas cotas de destreza en el Gótico.
Aunque siempre dicen que la Historia se repite, probablemente no se vuelva a repetir un auge como ese en el trabajo con la piedra.
Por aquel entonces, las cuadrillas de canteros, que se desplazaban de un lugar a otro, según la demanda de sus servicios, crearon obras absolutamente sublimes, llevando a la arquitectura a cotas nunca vistas.
Han ido cambiando las técnicas, las herramientas, los lugares de trabajo, pero el espíritu de los canteros permanece inalterable.
Y aunque seamos pocos, seguiremos haciendo ruido y polvo para que la piedra siga luciendo por los siglos de los siglos…