La construcción en piedra posee un largo recorrido desde tiempos remotos hasta nuestros días.
En España existen amplias zonas especialmente ricas y variadas en sus manifestaciones arquitectónicas en el medio rural, gracias, entre otros factores, a su propia extensión geográfica, que es traducen en paisajes muy diversos.
En ellos se encuentran también diversos estratos culturales, en los que se han depositado y pervive la huella de múltiples culturas históricas, que, finalmente, permite la aparición de concepciones arquitectónicas y sistemas constructivos de una gran variedad.
Las diversas soluciones arquitectónicas presentes en el territorio demuestran un alto grado de ingenio en la adaptación del material disponible para la creación de los diferentes sistemas constructivos.
El empleo de una materia u otra en cada situación está condicionado por la disponibilidad de ellas en el área donde se ubica la construcción, pues, en el ámbito rural, generalmente siempre se recurre a la utilización de aquellos materiales que se tienen más a mano.
De entre todos los materiales utilizados, la piedra es muchas veces el más representativo por su constante presencia en todas las arquitecturas, desde las más humildes a aquellas otras más monumentales y representativas.
Incluso en las más humildes construcciones hace su aparición la construcción en piedra, incluso en zonas donde la piedra es más escasa.
En estos casos se siente la necesidad de, al menos, construir un zócalo pétreo que garantice una buena resistencia frente a los agentes agresivos exteriores; mientras, para el resto del edificio, se recurre a otros materiales disponibles, como barro y madera, a pesar de que no presenten las mismas cualidades de dureza que la piedra.
Hace milenios que el hombre construye muros de piedra (aparición de la construcción en piedra) y muy tempranamente se vinieron utilizando piezas cada vez más grandes, que exigen un considerable esfuerzo para su traslado, pero en cambio ofrecen el valor de su propia estabilidad, que se traduce en la mayor durabilidad de la obra.
El uso continuo de este tipo de piezas dio lugar a muros de sillería, que ofrecen un aspecto más regular y acabado que el de mampostería, pero lógicamente a costa de un mayor esfuerzo en todos los aspectos.
En definitiva, el uso del muro de mampostería, sillarejo o sillería está condicionado por la disponibilidad y calidad de la piedra de la zona, y por el valor económico de la obra en sí.
Tanto en los muros de sillería como en los de mampostería, utilizados en la construcción de edificios, está muy generalizada la utilización del muro de dos hojas; la exterior aparece trabajada en mayor o menor grado, mientras que la interior es más irregular, por lo que se suele enlucir.
Tradición es por tanto la palabra clave en este proceso de perfeccionamiento de los sistemas constructivos, de puesta a punto y selección de las soluciones empleadas y depuradas en un largo proceso en el tiempo.
Y la piedra es por tanto el material por excelencia que ha aportado a lo largo del tiempo solidez y durabilidad a todas las construcciones.