La arquitectura gótica tiene su origen en Francia. Surgió hacia 1140 en la provincia que ya antiguamente llevaba el nombre de “Francia”, en aquella estrecha región con París como centro, la ciudad del Rey.
El territorio en el que surgirían en rápida sucesión las impresionantes catedrales del nuevo estilo gótico era ínfimo comparado con la actual Francia. El 14 de julio del citado año, por iniciativa del abad Suger, se comenzó el nuevo coro de la abadía benedictina de St-Denis, unos pocos kilómetros al norte de París.
Esta obra reúne, de manera consecuente y con la mayor calidad artística todos los elementos y motivos que están considerados como primera manifestación del gótico y como presupuesto de su ulterior desarrollo.
Aunque este hecho sea indiscutible, no puede verse la nueva obra del coro de St-Denis como pieza aislada, ya que pertenece a un ámbito político-social, histórico y artístico que había comenzado a perfilarse algunos decenios atrás. Además, gran parte del prestigio del que goza dentro de la arquitectura gótica se debe, sin duda, al talento propagandístico de su promotor, el abad Suger, quien difundió y defendió el edificio.
Desde luego, el edificio no hubiera llegado a ser tan importante para la historia de la arquitectura de no haber perfeccionado determinadas innovaciones arquitectónicas de la Île de France. Aunque entonces no había allí una cultura arquitectónica románica tan rica y diversa como en Normadía o Borgoña, desde el segundo cuarto del siglo XII se registraron tendencias innovadoras.
El propio Suger había comenzado una nueva fachada antes de hacer construir el coro, que si bien no puede definirse todavía con toda claridad como gótica, encaja perfectamente en el contexto de renovación arquitectónica que se estaba llevando a cabo por aquel entonces en París y cercanías. El coro de St-Denis no es por tanto el desencadenante, sino el catalizador de un movimiento que ya había comenzado unos años atrás.
Esto resulta válido por ejemplo para la utilización de la bóveda de crucería, que se convirtió en uno de los elementos más importantes de la arquitectura gótica. Las posibilidades técnicas y estéticas de este sistema de abovedamiento parecen haber sido descubiertas simultáneamente poco después del 1100 en varias partes de Europa.
Los elementos formales del coro en cuestión, como el arco apuntado borgoñón o la bóveda de crucería normanda no son nuevos en si mismos pero sí en lo concluyente de su combinación. Suger y su desconocido arquitecto se sirvieron de ellos con la intención de hacer relucir el santuario como punto álgido de toda la iglesia, que resultó tan sugerente para el observador profano como para el propio abad, quien explicó alegóricamente su arquitectura.
El carácter del nuevo coro de St-Denis pudo conseguirse haciendo uso exclusivo de elementos delgados como el pilar, el baquetón o fascículo y la nervadura, consiguiendo así una estructura mucho más ligera con posibilidad de apertura de grandes huecos al exterior por los que podía entrar la luz a raudales.
De manera que la arquitectura gótica creada aquí se difundió con gran profusión a lo ancho de toda Europa empleándose sobre todo en la construcción de las grandes catedrales que podemos disfrutar hoy en día.
Y todavía hoy se trabaja la piedra para poder mantener en buen estado todas estas fántásticas construcciones…