Comenzar un negocio desde cero es duro, y una empresa de piedra todavía más. La piedra es dura, muy dura ¡y pesa mucho!
Qué se puede decir de este noble elemento: La piedra es un material que con sus millones y millones de años de edad, guarda en su interior una memoria de acontecimientos inimaginable por nosotros.
A veces, a uno le surge una enorme atracción por este material. En mi caso ocurrió y lo llevé adelante creyendo ciegamente en que, en general, el gusto de la gente por la piedra es un sentimiento vital, que probablemente arrastramos desde el inicio de los tiempos. Y es que la piedra genera una conexión con lo perpetuo, sólido, antiguo, lo natural…
Vas descubriendo este mundo y, a pesar de los momentos complicados, de los disgustos, vas viendo como al componerse un abanico cada vez más amplio de trabajos, de piezas creadas, te va ofreciendo una enorme satisfacción interna.
De manera que, aunque existen días desapacibles, las pequeñas o grandes satisfacciones, por fugaces que sean, colman a uno por un momento, con suerte, por un día completo.
Las malas épocas solamente son soportables por una enorme dosis de ilusión, de creer ciegamente en ese proyecto (¡una empresa de piedra!).
Muchas veces es difícil contentar al cliente (y esto es común a todos los negocios) porque en esos casos uno no sabe qué es lo que quiere o no lo llega a entender.
Siempre se tiene en cuenta a la hora de ofrecer un producto la inevitable imagen que nos hacemos de cada cliente, que por cierto, casi siempre es errónea.
Además, los trabajos en piedra que se pueden acometer son tan variados como variadas son las piedras en la naturaleza.
Por suerte, en cierta manera, la propia piedra te infunde parte de su fuerza y de su dureza, características que, bien aprovechadas, te permiten alcanzar tus metas con mayor facilidad.