La piedra en el jardín es algo, que, a nuestro entender, no puede faltar nunca.
Los jardines son lugares que emulan a la propia naturaleza. En ellos debemos sentir todo ese cúmulo de sensaciones que nos proporcionan los entornos naturales.
Las plantas, el agua, el viento, los animales, y, como no, la piedra, son elementos que enriquecen dicho entorno, dotándolo de la magia de lo salvaje.
Este carácter de los jardines es el que hace que las personas nos veamos atraídos por ellos. Además, hay que tener en cuenta que ellos son creaciones nuestras.
La piedra en el jardín, en su calidad de materia prima obtenida directamente de la naturaleza, y a la que únicamente se le da forma y acabados superficiales, puede, individualmente o en conjunto, componer multitud de elementos.
En los suelos se puede usar la piedra en forma de baldosas o adoquines con acabados rústicos preferentemente para ser lo más natural posible.
También son muy utilizadas las losas irregulares que se extraen y se usan sin transformación ninguna, teniendo por tanto a la vista su cara natural.
Es de resaltar, por su mérito artístico, los trabajos de mosaicos de teselas y de canto rodado, de un gran resultado, sobre todo cuando se combinan diferentes tamaño y colores de piedras.
La piedra en el jardín tiene a las fuentes como representantes más importantes. Es casi infinito el catálogo de formas y tamaños de estas.
La combinación de piedra y agua hace que su valor se vea realzado por la sensación de vida que provoca el movimiento, el sonido, los brillos…
Maceteros de todo tipo pueden ser de piedra, con formas curvas o rectas, y con el envejecimiento de la superficie propio de un material natural.
Terrazas construidas con muros de mampostería aportan un toque rústico y laborioso de esta técnica tan usada en agricultura de montaña.
Pequeños puentes, figuras, pilones, relojes de sol, relieves… Todos tienen cabida para embellecer cualquier jardín.