LA PIEDRA EN EL MUNDO RURAL
La piedra en el entorno de los pueblos y aldeas es el material por excelencia. Versátil, duro, duradero y con capacidad de convertirse en algo bello.
No es que la piedra en entornos más masificados de ciudades no se haya utilizado. Al contrario, en escultura, adoquines y bordillos, muros y fuentes, escalones, edificios, y de forma constante en cementerios.
Pero es que en los ambientes rurales su utilización ha sido masiva allí donde abundaba, que es la mayoría del territorio nacional.
La gente dedicada a labores agrícolas, ganaderos o trabajadores del monte aprendían a fuerza de practicar a utilizar la piedra. En muchísimos casos trabajada en forma de piedra seca (sin morteros de unión).
Y es que la piedra en los campos y montes señalaba, dividía, servía de refugio, permitía que la tierra no fuese arrastrada por el agua de lluvia.
También existían aquellos especialistas, canteros o picapedreros que se movían de un lugar a otro, pertrechados con sus herramientas para acometer trabajos diversos.
Las herramientas que utilizaban los canteros eran elaboradas por los herreros, que tampoco faltaban en cualquier núcleo habitado.
Las construcciones en muchas zonas se levantaban con la piedra como principal material o acompañando a otros materiales como refuerzo que ofrecía solidez.
También se usaban en tejados, allí donde se podía disponer de materiales adecuados, con caras planas y espesores reducidos, en forma de losas calizas o placas de pizarra, de un espesor menor.
Algunas piedras tenían unos usos curiosos: por ejemplo, cantos rodados utilizados como pesos.
En los molinos y almazaras eran aquellas piedras cilíndricas o troncocónicas las que trituraban el material vegetal del que se extraía aceite o harina.
También se transformaban en otros materiales de construcción como el yeso y la cal
Servían como base para picar fibras vegetales como el esparto, a base de golpes con mazas de madera.
Las piedras eran reutilizadas una y otra vez, pudiéndosele dar diferentes usos a lo largo del tiempo…